Al final del camino
El camino
hacia el encuentro con la verdadera vida - la vida eterna - y al encuentro
definitivo con Dios y su Reino de Paz, llega a su final. Es un camino arduo,
difícil, lleno de escollos y pruebas. Pero al final, tenemos la seguridad que llegaremos
a ese Reino prometido guiados por las Palabras de Cristo, quien es el único que
puede llevarnos hasta allá. Cristo nos pide, nos exige, que creamos en Él, que
tengamos fe en sus palabras y en los profetas que lo antecedieron. Ese
es el primer paso: la fe. Sin ella, si no creemos en Jesús, ningún otro paso es
posible. Y hay que creer en las palabras de Cristo, como Hijo y enviado de Dios.
Es a través de sus palabras, y solamente a través de ellas, como podemos avanzar y seguir el curso de
nuestro camino hasta llegar finalmente al Reino de Dios.
Cristo nos deja
sus enseñanzas con los Apóstoles, y es Juan quien recibe el encargo de transmitir
su mensaje final a través del Apocalipsis.
Todos los
cristianos, todos los que creemos y seguimos la palabra de Cristo, como
personas que somos, con nuestras vidas, con nuestro cuerpo y con nuestro espíritu, formamos
parte del gran Templo Espiritual que es la Iglesia de Dios Padre y de Cristo. Cada
uno de nosotros somos una piedra de ese gran Templo Espiritual, que tras la
muerte de Cristo, pasó a ser el único y verdadero Templo de Dios. Todos los
demás templos dejaron de serlo y desaparecieron o desaparecerán como el Templo
de Jerusalén. La idea es que todos tengamos un solo y único espíritu, el
espíritu de santidad que nos transmitió Jesús con sus palabras y por inspiración y
mandato de Dios. Al juntar todos nuestros espíritus, viviendo todos en un mismo y
único espíritu de santidad, con el mismo Espíritu
Santo de Dios y de Cristo, consolidaremos y seremos el verdadero y único Templo de Dios.
El camino
hacia Dios y su Reino es el camino de la evolución, transformación y conversión
de nuestro Espíritu, que irá avanzando en la misma medida que vayamos
profundizando e internándonos en la Verdad transmitida por Cristo. Se avanza,
cuando a través de nuestra fe logramos convertir progresivamente nuestro
espíritu y nuestra vidas para formar parte del proyecto de Vida Eterna ofrecido
por Dios.
Juan, inspirado por Dios, nos presenta en el Apocalipsis varias formas en que nuestro propio espíritu pudiera encontrarse al final del camino. Juan nos muestra siete espíritus que representan ese estado de ánimo, en
que cualquiera de nosotros pudiera encontrarse al dar los últimos pasos al
final del camino.
Son siete los espíritus de la Iglesia de Dios, y al menos en uno de ellos nos encontraremos cuando estemos dando los pasos finales antes de entrar el Reino de Dios. Son las últimas alertas que nos da Cristo antes de que demos el paso final para entrar en el Reino. Y son también las palabras de bienvenida de Dios a su Sagrado Reino de Paz.
Son siete los espíritus de la Iglesia de Dios, y al menos en uno de ellos nos encontraremos cuando estemos dando los pasos finales antes de entrar el Reino de Dios. Son las últimas alertas que nos da Cristo antes de que demos el paso final para entrar en el Reino. Y son también las palabras de bienvenida de Dios a su Sagrado Reino de Paz.
El final
del camino no es necesariamente la muerte física en este mundo, pero si la
muerte del espíritu del mundo, el espíritu del mal, en nosotros. De modo que
estando aun viviendo en este mundo podemos entrar y vivir en el Reino de Paz,
porque ese Reino se encuentra dentro de nosotros mismos; el Reino se halla en
nuestro propio espíritu cuando lo convertimos en espíritu de santidad por Gracia de Dio. Y
dichosos, como dice Juan, son quienes aprenden a vivir en este mundo como si
ya estuvieran viviendo en ese Reino, porque tienen la absoluta seguridad de que
tras su muerte y salida física de este
mundo, tendrán la Vida Eterna como el don que Dios otorga a quienes lo buscan y
finalmente lo encuentran en esta vida terrenal.
De modo,
que al final del camino podremos identificar nuestro propio espíritu con uno o
más de los siguientes siete espíritus de la Iglesia de la que formamos parte,
según nos lo enseña Juan en su último mensaje.
Estos siete
espíritus son los siguientes, los cuales Juan identifica con las Iglesias de Asia:
1 Éfeso: Yo conozco tus obras y tus trabajos y sé que
sufres pacientemente. No puedes tolerar a los malos, sometiste a prueba a los
que se llaman a sí mismo apóstoles y los hallaste mentirosos. Tampoco te falta
la constancia; has padecido por mi nombre sin desanimarte. Sin embargo,
tengo en contra tuya el que has perdido
tu amor del principio. Mira, acuérdate de dónde has caído, y arrepiéntete, volviendo
a hacer lo que antes sabías hacer. En caso contrario iré a ti y removeré tu
candelero de donde fue colocado: eso si no te arrepientes. Algo más noto en tu
favor que aborreces la conducta de los nicolaítas que yo también aborrezco. Apc 2, 2-6
Nicolaíta: persona que pervierte las costumbres morales y
religiosas. Sus características peculiares son: tendencia a la gnosis, falta de
valores morales, libre desahogo de las pasiones, desórdenes sexuales, etc.
Gnósticos: se consideran
a sí mismos como testigos especiales de Cristo, con acceso directo al
conocimiento de lo divino a través de la gnosis o experimentación introspectiva
para llegar al conocimiento de las verdades trascendentales. La gnosis era la
forma suprema de conocimiento, solamente al alcance de iniciados.
Iniciación: etapa en la que una persona es admitida en una
sociedad secreta.
2 Esmirna. Yo sé que sufres y eres pobre. En realidad eres
rico. Yo sé cómo te calumnian los que pretenden ser judíos y que más bien son
la sinagoga de Satanás. No te asustes de lo que vas a padecer. El diablo meterá
en la cárcel a algunos de ustedes para ponerlos a prueba. Serán diez días de prueba. Permanece fiel hasta la muerte, y
te daré la corona de la vida.
3 Pérgamo. Sé dónde vives: allí donde está el trono de
Satanás. Pero finalmente te aferras a mi nombre; no has renegado de mí, ni
siquiera en los días en que fue muerto Antipas, mi fiel testigo, ahí donde
vives en esa tierra de Satanás. Es poco lo que tengo en contra tuya: toleras a
los que tienen la doctrina de Balaam, el que enseño a Balac la manera de hacer
tropezar a los israelitas, comiendo carnes sacrificadas a los ídolos y se
hicieron adúlteros. Asimismo, soportas a los partidarios de la doctrina de los
nicolaitas. Por eso arrepiéntete; si no, iré pronto a ti para combatir a esa
gente con la espada que sale de mi boca.
4 Tiatira. Conozco tu proceder: tu amor, tu fe, tu
servicio, tu perseverancia y tus últimos trabajos más numerosos que los
primeros. Pero tengo en contra tuya que dejas actuar a tu Jezabel, esa mujer
que se llama a si misma profetisa, y enseña engañando a mis servidores, y los
lleva a la inmoralidad sexual y a comer carnes sacrificadas a los ídolos. Le he
otorgado tiempo suficiente para que se arrepienta, pero no quiere salir de su
prostitución. Por eso ahora la voy a arrojar en un lecho, y a los que
cometieron adulterio con ella, los arrojaré en una prueba terrible, a no ser que
se arrepientan de sus maldades. A sus hijos los heriré de muerte, y sabrán
todas las iglesias que yo soy el que conoce hasta los rincones del corazón y de
la mente; y a cada uno de ustedes le pagaré según como se porten. Ahora
escúchenme los demás de Tiátira, los que no siguen esa doctrina ni han conocido
los “misterios de Satanás”, como dicen ellos: para ustedes no habrá ningún
castigo; solamente conserven lo que tienen hasta que yo venga.
5 Sardes. Yo sé lo que vales: te creen vivo pero estás
muerto. En realidad, delante de mi Dios encuentro muy imperfectas tus obras.
Recuerda la enseñanza que recibiste; guárdala y cambia de conducta. Pues, si no
estás despierto, vendré como un ladrón sin que tú sepas a qué hora. Con todo,
en Sardes quedan algunos que no mancharon sus ropas; éstos me acompañarán
vestidos de blanco, pues ellos lo merecen.
6 Filadelfia. Yo sé lo que vales; he abierto delante de ti
una puerta y aunque eres débil nadie la podrá cerrar, porque has guardado mi
Palabra y no has renegado de mí. Obligaré a los de la Sinagoga de Satanás, a
esos mentirosos que se llaman judíos y no lo son, los haré venir a postrarse a
tus pies y reconocerán que te he amado. Y porque guardaste con perseverancia
mis Palabras, yo por mi parte te protegeré en la hora de la prueba que va a
venir sobre el mundo entero, para probar a los habitantes de la tierra. Yo
vendré pronto, guarda lo que tienes, no sea que alguien te arrebate el premio.
7 Laodicea. Yo sé lo que vales: no eres frío ni caliente;
ojalá fueras lo uno o lo otro. Desgraciadamente eres tibio, ni frío ni caliente,
y por eso voy a vomitarte de mi boca. Tú piensas: soy rico, tengo de todo nada
me falta ¿No ves cómo eres un infeliz, un pobre, un ciego, un desnudo que
merece compasión? Sigue mi consejo: cómprate de mí oro refinado para hacerte
rico, ropas blancas para cubrirte y no presentarte más desnudo para tu vergüenza; por fin, pídeme un colirio que
te pongas en los ojos para ver. Yo reprendo y corrijo al que amo ¡Vamos!
Anímate y conviértete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguien escucha
mi voz y me abre, entraré a su casa a comer, yo con él y él conmigo.
Mensaje a los
vencedores, a los que lograron llegar hasta el final del camino
- Al vencedor Yo le daré de comer del Árbol
de la Vida que se halla en el Paraíso de Dios.
- El vencedor no tiene nada que temer a la
segunda muerte.
- Al vencedor le daré maná misterioso. Le
daré también una piedra blanca que lleva grabado un nombre nuevo que nadie
conoce sino el que la recibe.
- Al que venza y se mantenga en mis caminos
hasta el fin, le daré poder sobre las naciones; las dirigirá con vara de
hierro y las quebrará como vasos de barro, haciendo igual que yo, que
recibí de mi Padre este poder. Además le daré la Estrella de la mañana.
- El vencedor vestirá de blanco. Nunca
borraré su nombre del Libro de la Vida; más bien lo proclamaré delante de
mi Padre y de sus Ángeles.
- Al vencedor lo pondré como columna en el
Templo de mi Dios de dónde no saldrá nunca jamás. En él grabaré el nombre
de la Ciudad de mi Dios, la Nueva Jerusalén, la que viene del Cielo, obra
de Dios y mi propio nuevo Nombre.
- Al vencedor le concederé que se siente
junto a mí en mi trono, del mismo modo que Yo, después de vencer, me senté
junto a mi Padre en su Trono.
Mensaje de Juan en el Apocalipsis
Por tu
sangre compraste para Dios a hombres de toda raza, de toda lengua, pueblo y
Nación. Los hiciste reino y sacerdotes para nuestro Dios y dominarán toda la
tierra. (6,9)
Observé que
esa mujer estaba ebria con la sangre de los santos y de los mártires de Jesús
(17,6)
Las siete
cabezas son las siete lomas en que la mujer está sentada. (17,9)
Cayó
Babilonia la grande, ahora quedó transformada en guarida de demonios, un asilo
de toda clase de espíritus impuros, un refugio de aves impuras y asquerosas.
Los comerciantes de la tierra se enriquecieron con su lujo desenfrenado. (18,1)
Pueblo mío,
sal de ella, aléjate no sea que te hagas cómplice de sus pecados y tengas que
sufrir sus castigos. (18,4)
Que sufra
tantos tormentos y desdichas como fueron su orgullo y su lujo. Porque se sentía
orgullosa…
Al fin será
quemada porque poderoso es el Señor Dios que la ha condenado. (12, 7-8)
Los
comerciantes que en ella se enriquecieron con sus negocios se quedarán lejos
llorando y gimiendo (18,15)
Alégrense,
santos, apóstoles y profetas porque al condenarla Dios les hizo justicia a
ustedes (18, 20)
Es que tus
comerciantes eran los magnates de la tierra y tus brujerías han seducido a las
naciones (18,23)
Así condenó
a la famosa prostituta que corrompía a la tierra con su inmoralidad y le hizo
pagar la sangre de sus servidores (19,2)
Ahora ha
comenzado a reinar el Señor Dios, Dueño del Universo (19,6)
A Dios
debes adorar (19,10)
Cada uno será
juzgado según sus obras
Esta es la
morada de Dios entre los hombres: fijará desde ahora su morada en medio de
ellos y ellos serán su Pueblo y el mismo será Dios con ellos. Enjugará toda
lágrima de sus ojos y ya no existirá la muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas,
porque todo lo anterior ha pasado. (21,3-4)
“Ahora todo
lo hago nuevo”, y me dijo, “escribe que esas palabras son verdaderas y seguras”
(21,5)
Ya está
hecho. Yo soy la Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed Yo le
daré gratuitamente del manantial del agua de la Vida. Ésta será la herencia del
que salga vencedor y yo seré Dios
para él y él será para mí un hijo. Pero a los cobardes, a los renegados,
corrompidos, asesinos, impuros, hechiceros e idólatras, en una palabra, a todos
los embusteros, la herencia que les corresponde es el lago de azufre o sea la
segunda muerte. (21,8)
No vi
Templo alguno en la Ciudad, porque el Señor Dios, el Dueño del Universo, es su
Templo, lo mismo que el Cordero.
En ella no
entrará nada manchado. No, no entrarán los que cometan maldad y mentira, sino
solamente los que están escritos en el Libro de la Vida del Cordero. (21,27)
Fuera todos
aquellos que aman y practican la mentira (22,15)
Que el
pecador siga pecando, que el sucio siga ensuciándose, que el hombre de bien
siga en el bien y que el Santo se santifique más. (22,11)
Felices los
que lavan sus ropas: disfrutarán del Árbol de la Vida y se le abrirán las
puertas de la Ciudad (22,14)
Que la
gracia del Señor Jesús sea con todos (22,21)